PROVERBIOS 25 21 22Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, Y si tuviere sed, dale de beber agua; Porque ascuas amontonarás sobre su cabeza, Y Jehová te lo pagará.

Hacer bien a todos, incluso al que me aborrece. Difícil tarea la que me recuerdas hoy, Señor. Y no me queda duda de cuál es tu voluntad, por las muchas veces y formas en la que me lo dices: Ama a tus enemigos, por la otra mejilla, préstales lo que te pidan… (Luc.6:27-36). Si es algo que ya me cuesta en sí mismo, ¡cuánto más será a los que me aborrecen y a los que me aborrecen por tu causa!

Esta verdad me pone en mi lugar. El pan que como y el agua que bebo es tuyo, soy solo administrador, dar lo que no es mío, sino tuyo, no tiene ningún mérito. Ser generoso no es una opción, sino un deber. La necesidad del otro, incluso del enemigo, no puede ser ignorada. Me das, me satisfaces y además me das la oportunidad de satisfacer a otros.

Pero, no solo eso, además haces que la generosidad a la que me mueves, hace que ascuas, justicia, se acumule sobre su cabeza o su conciencia.

No entiendo aquí que este fuego sea de condenación, sino acusación; no de perdición sino de aviso, mostrar tu justicia para que vean tu misericordia, humillar para redimir.

Quiero darte gracias por el alimento, el agua y el vestido que me regalas y pedir que no permitas que me apegue a ellos, sino que me desprenda para apegarme a ti.

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