ISAIAS 57 20 21Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos.

Qué terribles noticias me recuerdas en este día. Y qué urgente y necesario se me hace decírselo a todos, a esos impíos que rechazan tu oferta y que siguen endureciendo sus corazones con su pecado.

El ser humano sin ti, Dios mío, siempre está en tempestad, solo encuentra tormenta en su espíritu, aun cuando se engañe con filosofías y huecas sutilezas (Col.2:8), siempre en búsqueda pero sin encontrar, con hambre pero sin saciarse.

En su lucha espiritual, en su búsqueda de quimeras, lejos de ti, solo consigue remover el lodo y arrojar cieno a su alrededor. Las soluciones del ser humano independiente de ti no sirven, son vanas y producen más problemas y más suciedad. No hay paz en sus conciencias, y lo que es aún más terrible, no encontrarán nunca la paz, no habrá reposo para sus almas.

¿Por qué siguen así, por qué no entienden? Yo no era mejor que ellos en mis luchas del pasado, ni fui más fácil en confrontación contigo, pero me ganaste, trajiste sosiego y paz a mi vida, a mi alma ¿Por qué no lo haces igual con más gente? Yo no soy digno, no tengo habilidades, pero en tus manos puedo ser útil. Sírvete de mí, Dios mío, para traer paz y calma a otros impíos.

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