JUAN 8 12Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

Ya te has presentado, Señor, como el agua de vida (Jn. 4:14; Jn. 7:37,38), el pan de vida (Jn. 6:35), y ahora lo haces como la luz del mundo, la luz de la vida, y sé que a cada paso que doy en tu palabra habrá más de ti que me moverá a darte gloria.

¿Qué me quieres decir con que eres la luz? ¿Hacia dónde me quieres llevar, qué me quieres mostrar?

Para las cosas del alma, las espirituales y eternas, tú y solo tú eres esencial, sin ti yo quedaría en oscuridad.

La gente se alumbra con cerillas, su círculo de luz y su duración es tremendamente corto. Por lo tanto, su avance es incierto, dificultoso y muchas veces en círculos, aunque a ellos les parezca mucha luz y grandes avances. Podrán dar grandes pasos en la ciencia o en el arte, pero significan poco o nada si no cambian el corazón o hacen al ser humano mejor persona.

Quiero ver las cosas por tus ojos, Señor, quitar las tinieblas que aún me rodean. Ya me diste de tu luz cuando te descubriste ante mí con todo tu resplandor y gloria, cuando me convertiste, me dejaste lámpara para el camino con tu palabra y me alumbras el interior con la presencia del Espíritu. Pero aún quiero más.

No es que sea ambicioso, es que soy torpe, aún me arañan la piel del corazón pensamientos oscuros, tropiezo en los mismos obstáculos del camino y me dejo llevar por las sombras de mi imaginación.

Necesito más tu luz.

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