Salvación¿Dónde y cómo empezó verdaderamente tu salvación? Seguramente la primera idea será pensar que fue cuando pusiste por primera vez tu fe en Jesús, así coma lo indica por ejemplo Hechos 8:37; 10:43; 13:39; 16:31, etc. Pero sabemos también que esta no fue una decisión aislada y casual. Había un plan divino que venía mucho antes de esa decisión. Dios Padre había decidido enviar a su Hijo (Juan 6:38-40) para morir anticipadamente por pecadores (Isaías 53:5 ss.) y así después, por medio del Espíritu atraer a los pecadores hacia el (Juan 3:5 ss.; 6:44; Mateo 28:19).

¿Dónde concluye tu salvación? Una vez más, la primera idea sería pensar que es en el momento de llegar a Cristo (Lucas 18:42; Juan 10:9; 1 Corintios 15:2); pero también sabemos que la salvación es mucho más que ser librado de la culpa y del Infierno. Es también alcanzar lo que se nos tiene prometido: morada (Juan 14:2 ss.), tesoros (Mateo 6:19 ss; 19:21), corona (2 Timoteo 4:8; 1 Pedro 5:4) etc., y aunque cada vez la tengas más cerca (Romanos 13:11), es una salvación en la que tienes que ocuparte hasta alcanzarla (Filipenses 2:12), aunque esté segura (1 Pedro 1:5,9).

Se puede establecer un plan de salvación, según la Escritura, que nos indique el camino desde donde comenzó hasta donde concluye, desde eternidad a eternidad, con varios propósitos. Primero, que te muestre lo poco que has participado en ella y, por tanto, que te mueva a gratitud y alabanza a este Dios nuestro soberano y cercano, justo y misericordioso a Ia vez. Luego, para que veas dónde estás y cuál es tu parte y responsabilidad en ella, para que no te duermas y te descuides y pierdas el gozo de la salvación (Salmo 51:12), sino que veles y estés alerta, y entres a la presencia del Señor como buen siervo (Mateo 25:21,23). Y, en tercer lugar, para que tengas esperanza, que sepas que estas en el camino y que nada ni nadie te puede apartar de tu meta (Juan 10:28; Romanos 8:38-39).

redencion1. Al ir buscando el origen de tu redención en la narración bíblica, te encontraras con Romanos 8:28-30 y te darás cuenta de que no puedes ir ya más lejos que Ia mente y deseo de Dios. En algun momento de su eterna existencia él te imaginó y te deseó para sí (Salmo 1:6; Jeremías 1:5; Romanos 11:2) , y por el hecho mismo de que Dios ya quiera algo, ya es un hecho inevitable (Salmo 115:3; 135:6).

2. Ese amor eterno y sin medida (Jeremías 31:3; Juan 3:16) le llevó a Dios, no a elegir lo que podía prever de tu vida y persona, sino a proveer para que tu vida fuera lo que debía ser ante sus ojos antes de que tu hicieras algo (Romanos 9:23; Efesios 1:4-5,11).

3. Así pues, al pasar un tiempo indefinido en los propósitos de Dios, aunque el correr del tiempo de Dios no es el nuestro, se puso en acción en tu caso concreto.

Fue ordenado que se proclamara el evangelio al mundo (Marcos 16:15-16) y así, mientras se oye Ia buena noticia, el Espíritu Santo obraba en tu corazón, porque ¿cómo oirías si no te predicaran? (Romanos 10:14), porque ¿cómo vendrías si no te trajeren? (Juan 3:5; 6:37,39,45). Quizá por un tiempo resististe al Espíritu Santo, pero solo lo que él quiso; sus cuerdas de amor con que te atrajo son irresistibles (Oseas 11:4).

4. Tu regeneración o nuevo nacimiento (Juan 3:3-8; Efesios 2:1-10) es solo una parte de tu redención. Es Ia obra directa del Espíritu Santo (Juan 3:8) o del Padre (Efesios 2:4-5) por el cual pasas de estar muerto a estar vivo (Efesios 2:1-5). Es estar vivo lo que te permite ver y entender, arrepentirte y creer, y no antes (Juan 6:44,65; 1 Juan 5:1). El ejemplo de Lidia es definitivo: «el Señor abrió el corazón de ella para que «estuviera atenta» (Hechos 16:14).

5. Hay al menos tres términos en la Escritura para definir Ia razón de tu regeneración. Por una parte, esta Ia conversión (Juan 12:40; Hechos 26:18) o «volverse hacia», que fue tu respuesta voluntaria al llamamiento al evangelio. Esta conversión está formada por el arrepentimiento y la fe. El arrepentimiento (2 Corintios 7:9 ss.) es el dolor que se produce en el alma al saber qué es el pecado y sus consecuencias, y de saber que tú eras culpable de ellos. Este arrepentimiento te fuerza a renunciar y a alejarte del pecado y agradar a Dios.

6. La fe (Juan 3:16) es el reconocimiento de Ia necesidad de un salvador (Juan 6:35; 7:38 ss.), Cristo; es el impulso que tuviste a venir y poner tu confianza plena y total en él. Esta fe crece con el conocimiento y la experiencia (Romanos 10:17; Mateo 13:51; 17:20).

En ocasiones, estos términos vienen juntos: arrepentimiento y fe (Hechos 20:21). En palabras de Isaías «dejad» y «volved» (Isaías 55:7), o arrepentirse y convertirse (Hechos 3:19). En otras ocasiones, vienen solos: fe (Hechos 16:31; Efesios 2:8 ss.) o arrepentimiento (Lucas 24:46 ss.; Hechos 2:37; 5:31).

Uno solo de esos términos, como fruto del Espíritu, ya implica al otro, pues son parte del mismo camino que lleva del pecado a Ia cruz.

7. Llegamos ahora al núcleo de tu salvación, que es la justificación (Romanos 3:21-31). Hemos visto las decisiones de Dios en la eternidad y cómo el Espíritu Santo obró para que abrieras los ojos y vieras; pero la realidad es que seguías siendo pecador y culpable delante de Dios y, por tanto, merecedor de su justa ira. ¿Cómo escapaste de ella?

La justificación es un acto totalmente divino (Romanos 3:30) por el cual declara (que no hace) justo delante de él al pecador (y no al que se cree justo y bueno) por la apropiación de la justicia de Cristo (Romanos 3:21 ss.; 5:19). Es decir, en primer lugar, Dios imputa el pecado de Adán al ser humano; en segundo lugar, Dios imputa el pecado del ser humano a Cristo; y, en tercer lugar, Dios imputa Ia justicia de Cristo al ser humano (Romanos 5:1,17; 6:23; 8:1).

Como resultado de esta justificación (¡maldita cruz, causada por mi pecado!; ¡bendita cruz, causa de mi salvación!), has pasado a una nueva vida en espera de tu futuro eterno.

8. En el preciso momento en que Dios te declaró justo delante de sus ojos, por tu fe en Cristo, también él te declaró) como hijo (Juan 1:12; Gálatas 3:23-4:7). Recuerda que por naturaleza eras hijo de ira como todos (Efesios 2:2-3; 5:6) o hijo del diablo (Juan 8:42 ss.; 1 Juan 3:10), lo que prefieras; pero Dios te ha adoptado como hijo (Romanos 8:12-17) por medio del Espíritu Santo (v. 13 ss.), teniendo ahora una larga lista de privilegios como, por ejemplo, tener a Cristo como hermano (v. 29), o tener una más íntima relación con el Padre (v. 5), seguridad, identidad, cuidado, guía, (v. 14), etc. Aunque también conlleva Ia responsabilidad de honrarle (Filipenses 2:15), imitarle (Efesios 5:1), o amar a tus otros hermanos (1 Juan 3:10).

justificacion justificacion9. Además de bíblico, es de sentido común que tu nueva vida no puede quedar estancada, que no puedes ser un recién nacido el resto de tu vida. Desde el mismo instante de tu nacimiento espiritual se inicia en ti un proceso que durara mientras estés en este mundo, que se llama santificación, por el cual debes ser cada día más libre del pecado y más semejante a Cristo, tu modelo.

Por el contexto católico en el que te puedes encontrar y a causa de esa debilidad natural de confundirlo todo, debes diferenciar claramente lo que es la justificación de la santificación.

Tu lucha contra el pecado de manera satisfactoria comienza en el momento mismo de tu conversión (1 Corintios 6:11; Tito 3:5), continuará a lo largo de tu vida aquí (2 Corintios 3:18; Filipenses 3:13- 14), y se completará solo tras tu muerte y resurrección (Filipenses 3:20-21; Hebreos 12:23). Recuerda: «Nunca perfecto, nunca derrotado».

En esta lucha no estás solo, es cooperativa, es una obra principalmente divina (Filipenses 2:12-13; Hebreos 13:20-21) en la cual debes participar de manera responsable, pasiva, dejando que Dios obre en ti sin poner resistencia (Romanos 6:13,19; 12:1), y activa (Romanos 8:13; Filipenses 2:12). En esta lucha también cuentas con tus hermanos, con la iglesia (Hebreos 10:24-25).

10. Es posible que el enemigo, Satanás, o tu propio pecado produzcan dudas en ti. Para estas cosas «¿quién es suficiente?»; ¿llegaré al final de la carrera?

La Escritura deja claro que el que ha nacido de nuevo esta seguro hasta el fin (Romanos 8:1,30), pues la salvación no depende de ti, sino de Jesús. Por tanto, estas seguro, su obra no fracasa (Juan 6:39-40; 10:27-29), el sello no puede ser anulado (Efesios 1:13-14), estás especialmente guardado (1 Pedro 1:5,7,9,21; 5:9; 2 Pedro 1:4)

Esta seguridad te hará perseverar, pues, aunque peques (1 Juan 1:8-10) tendrás evidencias de tu fe y darás fruto (Mateo 7:16 ss.; Juan 15:1-2; Romanos 8:14-16; Gálatas 5:22-23).

Dejemos ya el presente y pasemos al futuro de tu salvación.

11. Es seguro que, si el Señor no viene antes (1 Tesalonicenses 4:15,17), tú y yo moriremos, porque la muerte es causa del pecado y último enemigo a vencer (1 Corintios 15:24-26,54); es amarga, pero tienes que mirarla de otra forma. Está en las manos del Señor y no de las circunstancias, y él es tu Padre y consolador. La muerte es parte de tu santificación, para fortalecerte o corregirte (Hebreos 12:6-12), y de tu unión e identificación con Cristo (Romanos 8:17; Filipenses 3:10; 1 Pedro 2:21; 4:13), por lo que tu objetivo no es guardar la vida (Mateo 10:39; 16:25), sino traerla a obediencia (Hechos 20:24; 21:13; 25:11; Apocalipsis 12:11).

La muerte para el creyente es una bendición (2 Corintios 5:8; Filipenses 1:21 ss.), es tu entrada a Ia gloria.

12. Ya hemos llegado a la gloria. De eternidad a eternidad.

Aunque la Escritura nos habla de un estado intermedio durante el cual tu cuerpo pasará a la tumba, tu alma sí pasará a Ia presencia de Dios (Mateo 10:28; Lucas 23:43; 2 Corintios 5:8; Apocalipsis 6:9-11; 7:9 ss.; 11:15-17; 14:1 ss.; 19:2-4; 20:4) a la espera de la resurrección del cuerpo (1 Corintios 15:51-54).

Entonces tu cuerpo (incluyendo tu mente) será hecho perfecto (Filipenses 3:20-22), es decir, adaptado para la tierra y cielos nuevos (2 Pedro 3:13). Serás incorruptible, glorioso, poderoso, espiritual (1 Corintios 15:52-54), igual a Cristo (1 Corintios 15:49), morando y gozando de la presencia del Señor por siempre.

Hemos hecho un largo camino en unas cuantas líneas, te animo a que investigues y amplíes este tema aún mucho más, y mientras lo haces repitas esas líneas del himno Soy solo a la gracia deudor, que dice: «Los santos que ya están con él, no están más seguros que yo».

NOTA DEL AUTOR

Te puedo sugerir leer, por ejemplo:

- LA REDENCION CONSUMADA Y APLICADA, DE JOHN MURRAY
- TEOLOGIA SISTEMATICA, DE L. BERKHOF
- TEOLOGIA SISTEMATICA, DE WAYNE GRUDEN

(Publicado originalmente en la revista Nueva Reforma, Editorial Peregrino, con permiso)

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