arbolEl cada día de cada uno de nosotros está lleno de acontecimientos, la mayoría de ellos pasan sin transcendencia y se olvidan casi al instante (una taza de café en un momento de descanso, el paseo a casa tras la jornada de trabajo, el descuido que ha quemado la comida, un vaso roto…).

Solo quedarán más tiempo en la memoria los acontecimientos que hemos clasificado como importantes (una llamada de teléfono con noticias serias, el comentario agrio o dulce de una persona cercana, etc.).

Ahora bien, si lo pensamos detenidamente, la acumulación de cosas triviales o corrientes, también pueden influir en el carácter o actitud de la persona para mal o para bien.

Pongamos el ejemplo del próximo culto al Señor al que asistirás. Seguramente piensas, y con razón, que lo importante será el espíritu con que vengamos a adorar a Dios, que el pastor traiga palabra relevante y fiel a la Escritura, o incluso que la organización (alabanza, anuncios, escuela dominical, etc.) esté bien coordinada.

Pero ¿qué dices de los pequeños, aunque numerosos detalles que llenan la reunión? Por separado, parecen sin importancia, poco relevantes para tener en cuenta, pero en realidad, en su conjunto, serán imprescindibles para que el día tenga todos los condimentos de un día memorable.

¿Qué dices por ejemplo de la puntualidad? En el boletín de marzo-abril se incluía un artículo de Sugel Michelén bastante pertinente.

Un minuto de silencia cuando comienza el culto es necesario para sosegar el espíritu, asentar los pensamientos y preparar el corazón, pero también mandarás un mensaje a los que están a tu alrededor, del momento solemne al que nos aproximamos.

La tranquilidad en tu sitio, durante todo el trascurso de la reunión, es un beneficio para ti, como para los que están a tu lado. Claro que no se puede evitar el tener que ir al baño si el cuerpo lo reclama, o ir a por una Biblia si te falta, pero también puedes preverlo y adelantarte. ¿Acaso no lo hacemos antes de ver nuestro programa favorito y no nos aguantamos de las interrupciones cuando hacemos algo interesante? ¡Cuánto más cuando estamos con nuestros hermanos delante de nuestro Dios!

La Escritura nos sugiere que guardemos silencio cuando estamos delante de Dios (Job 33:33; Salmos 37:7; Eclesiastés 3:7; Amós 5:13). En el culto a Dios debemos hacerlo no solo por la proclamación de su Palabra, sino también por la voz de su Espíritu a tu corazón; es por eso que comentarios y murmullos innecesarios, el ruido de caramelos etc. pueden ser como un jarro de agua fría al corazón que reposa en el regazo del Señor.

Es lógico que uno esté deseando salir del trabajo, del médico o de la escuela, pero ¿de la presencia del Señor?

No tengas prisa en dejar su presencia, aun cuando sea importante la conversación posterior con tus hermanos o la comida que se dejó en espera en casa.

Por supuesto que es gozoso el tiempo que pasamos en tertulia con los demás, sea cual sea el tema, si este es honroso, pero quizá es el mejor momento para saborear con ellos lo que el Espíritu ha dejado en tu mente, sobre todo con aquellos que más necesitan de tus palabras.

Se podría alargar mucho más la lista de ejemplos, tú podrías hacerlo, pero creo que estos son suficientes para hacer que el momento más importante, que es tu comunión con el Señor y tus hermanos sea más rico y beneficioso.

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