En un mundo cada vez más hostil e insensible, donde lo político y lo religioso parecen valorarse por encima de la propia vida humana, los conflictos bélicos se multiplican sin considerar las consecuencias ni la degradación moral que arrastran consigo. El afán por poseer “un pedazo de tierra” pesa más que la paz, y lo que menos importa es aquello que toda guerra trae inevitablemente: la muerte.
La maldad brota con facilidad en el corazón humano cuando éste vive sin principios, sin rumbo, sin valores éticos o morales, sin respeto por la vida y, aún más, sin amor al prójimo. Porque nos hemos alejado de Dios. El ser humano avanza en tecnología, pero retrocede en aquello que, por naturaleza y por el mandamiento de Cristo, debería definirle: el amor.
La distorsión del poder y el sufrimiento silenciado
Las causas políticas y económicas se han convertido en fuerzas de manipulación masiva capaces de arrastrar al ser humano hacia un abismo moral cada vez más profundo. Vivimos inmersos en un descontrol preocupante, una degradación creciente que se despliega ante nuestros ojos como si fuera inevitable. En este escenario, parecen etiquetarse ciertos conflictos como “genocidios” o “guerras justas” según convenga a quienes construyen el relato dominante, mientras la realidad demuestra que ninguno de los bandos se comporta con verdadera vocación de paz. No negamos la gravedad de estas tragedias, pero se nos presenta una versión interesada, seleccionada y calculada, diseñada para sostener los intereses de quienes mueven los hilos del poder.
Lo verdaderamente triste es que, mientras unos conflictos acaparan la atención mediática, hay genocidios silenciosos que pasan desapercibidos. Entre ellos, el sufrimiento que padecen miles de cristianos en distintos lugares del mundo, perseguidos, atacados o incluso asesinados por el simple hecho de confesar a Cristo. Su dolor, su martirio y su resistencia apenas ocupan espacio en los discursos oficiales, porque no generan beneficio político ni económico.
Y, sin embargo, esta tragedia no anula ni eclipsa el drama que viven tantas personas nacidas en entornos profundamente desfavorecidos, marcados por la pobreza, la violencia o la injusticia estructural. Ellos también cargan con un peso insoportable: el desprecio, la exclusión y la falta de oportunidades que condicionan su existencia desde el primer día. El sufrimiento de unos y otros, aunque distinto en forma, proviene de una misma raíz: el alejamiento del bien, de la justicia, de la dignidad humana y, en última instancia, de la ausencia de Dios en el mundo.
Datos alarmantes del World Watch List 2025
La organización humanitaria Open Doors, con siete décadas de experiencia apoyando a comunidades cristianas oprimidas, publicó su informe anual World Watch List el 15 de enero de 2025. Este documento revela una situación crítica: más de 380 millones de cristianos enfrentan altos niveles de persecución y discriminación por su fe en todo el mundo. En los 50 países clasificados como los más hostiles, esta cifra asciende a 310 millones.
Entre los hallazgos clave del período reportado (octubre 2023 a septiembre 2024):
- Víctimas mortales: 4.476 cristianos fueron asesinados por motivos relacionados con su fe, una cifra que, aunque ligeramente inferior a años previos, sigue siendo alarmante.
- Detenciones arbitrarias: Al menos 4.744 personas fueron arrestadas, condenadas o encarceladas sin juicio justo.
- Ataques a propiedades: 7.679 iglesias y bienes eclesiásticos sufrieron agresiones, mientras que 28.368 hogares, negocios y propiedades cristianas fueron vandalizados o destruidos por razones de fe.
- Violencia de género: El maltrato contra mujeres cristianas está en aumento, agravado por barreras culturales que impiden la denuncia en muchos contextos.
- Desplazamiento forzado: La violencia ha desplazado a 183.709 cristianos, con un impacto desproporcionado en África subsahariana, donde unos 16 millones de personas viven en situación de refugio interno debido a estos conflictos.
La persecución afecta desigualmente por regiones: en África, 1 de cada 5 cristianos enfrenta niveles extremos de hostilidad, mientras que en Asia esta proporción sube a 2 de cada 5. Aunque los ataques directos a iglesias y homicidios mostraron una ligera disminución durante el período analizado, las amenazas de regímenes autoritarios y grupos yihadistas continúan creciendo, especialmente en Asia Central y el África subsahariana.
Casos recientes ilustran esta tendencia. En Nigeria, la inestabilidad en el noreste ha permitido que grupos armados intensifiquen ataques contra comunidades cristianas, resultando en cientos de víctimas en incidentes aislados a lo largo de 2025, incluyendo desplazamientos masivos y destrucción de infraestructuras. De manera similar, en Sudán, el colapso de la seguridad ha facilitado agresiones contra iglesias y civiles, afectando a mujeres y niños de manera desproporcionada.
Los 10 países más peligrosos para los cristianos
El Índice de Persecución Global de Open Doors clasifica a los siguientes países como los más restrictivos para la libertad religiosa cristiana, basándose en factores como violencia, presión social y restricciones legales (puntuaciones sobre 100):
|
Posición |
País |
Puntuación |
Principales Amenazas |
|
1 |
Corea del Norte |
98 |
Represión estatal totalitaria |
|
2 |
Somalia |
94 |
Extremismo islámico y violencia tribal |
|
3 |
Yemen |
94 |
Conflicto armado y grupos yihadistas |
|
4 |
Libia |
91 |
Inestabilidad post-Gadafi y milicias |
|
5 |
Sudán |
90 |
Guerra civil y discriminación étnica |
|
6 |
Eritrea |
89 |
Control gubernamental absoluto |
|
7 |
Nigeria |
87 |
Ataques de Fulani y Boko Haram |
|
8 |
Pakistán |
84 |
Leyes de blasfemia y discriminación |
|
9 |
Irán |
83 |
Persecución por apostasía |
|
10 |
Afganistán |
82 |
Dominio talibán y extremismo |
Estos datos provienen del World Watch List 2025 y destacan cómo el autoritarismo y el extremismo ideológico convergen para limitar el ejercicio de la fe.
El silencio que duele: preguntas que la sociedad no quiere responder
Una vez expuestos todos estos datos, surge inevitablemente una pregunta inquietante: ¿por qué calla la sociedad, esa misma que proclama con insistencia la defensa de los Derechos Humanos? Resulta difícil no preguntarse si estas garantías fundamentales incluyen también a los cristianos perseguidos o si, de algún modo, quedan al margen de estos Derechos Naturales que deberían ser universales.
¿Están realmente protegidos, o su sufrimiento ha sido relegado al olvido? ¿Por qué los organismos internacionales, las instituciones de poder y quienes influyen en la opinión pública guardan silencio? ¿Acaso los cristianos —que predican la paz, el perdón y el respeto por la vida— pueden ser considerados peligrosos por vivir y anunciar su fe en Cristo? ¿Existe la posibilidad, o tal vez, el deseo de relegar el cristianismo para abrir paso a una ideología o creencia más conveniente y homogénea?
Sea cual sea la explicación —oculta, compleja o incómoda—, la realidad es que no podemos consentir estas atrocidades. Todavía seguimos preguntándonos por qué los medios de comunicación apenas dan visibilidad a sucesos tan graves; por qué no ocupan titulares; por qué se silencian o se minimizan. Ignoramos las motivaciones profundas, pero reconocemos sus consecuencias: una humanidad cada vez menos sensible ante la injusticia.
Lo que sí sabemos es que los cristianos, junto con todos aquellos que aman la verdad, la justicia y la dignidad humana, estamos llamados a levantar la voz. A protestar con firmeza frente a quienes vulneran el Derecho a la Vida y los Derechos Humanos que tanto se proclaman, pero que tan selectivamente se aplican.
Nuestro compromiso moral nos exige no permanecer pasivos, sino defender la vida, denunciar la injusticia y sostener la verdad, aun cuando el mundo prefiera mirar hacia otro lado.
Bibliografía
Puertas abiertas: https://www.puertasabiertas.org/es-ES/

