“Y al sembrar aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron.” (Marcos 4: 4) 

 Los seres humanos tenemos la necesidad innata de hacernos preguntas y de buscar las respuestas. Para ello se nos ha dado raciocinio para analizar, comprender y explicar. El problema es que también tenemos imaginación, que nos puede llevar a pensar lo que no es como si fuera, y el pecado que nos hace torpes y adormilar la conciencia, haciendo real lo que solo es un deseo (1 Tim.4:2). El corazón mismo es engañoso (Jer.17:9) y muchas veces puede más que la razón.

Cuando comenzamos la búsqueda de Dios y de cómo estar ante él, pues eso es la religión, tenemos la necesidad de que sea Dios mismo el que llegue a nosotros y nos hable, que nos revele sobre sí mismo y su voluntad. No son los confusos caminos del ser humano, sino su camino.

Tenemos necesidad, por tanto, de la Escritura para saber que Cristo es el único camino (Jn.14:6) (1Tim.2:5-6), que la fe sin obras es lo único requerido (Jn.3:16) (Ef.2:8-10), que la muerte de Cristo fue por su pueblo y con ella pudo satisfacer las demandas del Padre por nuestro pecado (Rom.5:1, 8-11) (1 Jn.4:10).

También la necesitamos para saber la voluntad de Dios para nuestra vida cristiana (Jn.4:4) (Deut.32:45-47), crecer en la fe y buenas obras, fortalecer nuestra esperanza (1 Cor.3:2) (Hebreos 5:11-14) o responder a las demandas del mundo (2Tim.3:15-17).

 Oración

“Gracias Padre que con tu Palabra me traes luz y certeza en mi camino hacia ti”.