“A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro.” (1 Corintios 1: 2)

Nuestro Señor Jesucristo buscó y oró por la unidad de todos nosotros como creyentes (Jn.17:21-23), fue el llamamiento constante de Pablo (1 Cor.1:10-13) (Ef.4:3s), por lo que nosotros también estamos obligados a buscar esta unidad.

Debe expresarse dentro de la iglesia local, entre diferentes iglesias locales y a través y con las diversas organizaciones y denominaciones cristianas.

La unidad debe buscarse en las doctrinas y fundamentos esenciales, dejando libertad en asuntos secundarios (Gál.2:7) (Hch.15:39s), pero buscando siempre edificación y diálogo.

Además de la obligada separación de los no creyentes (2 Cor.6:14, 17), de los herejes (2 Jn.1:10) o de los separados por causa de la disciplina (1 Cor.5:11-13) (2 Tes.3:14), también hay otras razones lícitas para la separación entre iglesias, como asuntos doctrinales (cristología, salvación, iglesia,…), o incluso cuestiones de conciencia.

Si llega el caso de tener que dejar una iglesia, debe hacerse con amor y sin crear división. La división es un peligro constante y un pecado (Tito 3:10).

Los extremos como el ecumenismo o el sectarismo son igualmente condenables.

Oración

“Ayúdame, Dios mío a ser causa de unión dentro de tu pueblo”.