“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4: 16)
Aun cuando nuestra adoración a Dios debe ser en todo momento y lugar de nuestra vida cristiana y con todo el ser, aquí nos referimos a la adoración pública.
Lo que denominamos comúnmente como “culto”, debe estar compuesto de varios elementos esenciales:
- Lectura pública de la palabra, para oír la voz de Dios.
- Predicación de su palabra o proclamación profética para enseñar o quebrantar la voluntad.
- Oración para confesión, intercesión, gratitud, etc.
- Alabanza, cánticos.
- Comunión o expresión del amor fraternal (Rom.16:16).
- Es también parte de la adoración pública presentar las ofrendas, partimiento del pan, bautismos, testimonios, etc.
Todos y cada uno de ellos deben de hacerse con la dignidad y el honor que merece quien la recibe (Ex.20:4-6). Debe ser en espíritu y verdad (Jn.4:23-25), es decir con todo el ser interior (Luc.1:46s) y con sinceridad y fidelidad a su palabra (Mr.7:6-8). Debe ser Cristo céntrica (Mt.18:20), guiada por el Espíritu (Gál.5:16, 18, 25), quitando todo pecado que estorbe (Mt.5:23-24) (1 Tim.2:8), con orden y decoro (1 Cor.14:23-40), para edificación (1 Cor.14:26) (Heb.10:24-25), para el bien del incrédulo (1 Cor.14:25) (Heb.10:19-25).
Si nos acercamos adecuadamente a Dios, él se acercará a nosotros.
Oración
“Quiero adorarte, Dios mío, como mereces y como tú demandas, solo y con tu pueblo”.